domingo, 28 de abril de 2013

Santander

Llueve y huele a cuna, a vaca recién parida, a pan entre los dientes. Llueve y no se cansa de llover, y lo que sobra va a parar al mar, que para eso está. Llueve y el frío se queda fuera del paraguas (hay un campo magnético, electromagnético, lo que sea, un campo alrededor del paraguas que no repele el agua, que sería lo suyo, repele el frío). La lluvia es lo que querría haber sido García Márquez, la excusa para que nos abracemos y así nos queramos más.

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