miércoles, 10 de abril de 2013

Pasado

Habla uno del pasado y le viene enseguida un olor para cada cosa: el teléfono de la Nana olía a aceite de huevo frito, el de la Yaya olía dulce, y los dos a una distancia tremenda de Papá y Mamá. Las plancha olía a galletas de limón, la lavadora a alcantarilla recién lavada, las camas a un sueño viejo, los interruptores al miedo de la infancia a cualquier cosa, el miedo metido en vena al calambre, al frío, al futuro, e incluso al pasado, a lo que uno había hecho y que podía tener su castigo tarde o temprano.

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