martes, 19 de marzo de 2013

Ternura

El Papa propone ternura, pero a mí me salta dentro el muelle de la rabia. El Papa también nos dice que no nos cansemos de pedir perdón. A mí siempre me ha dado vergüenza pedir perdón, porque yo no quiero reconocer que debo nada a nadie, yo no quiero aceptar que a alguien le haya quitado un trocito de algo (de alegría, de paz, de lo que sea). El orgullo, el mismo que da cuerda al reloj de mi ira, no me deja ser tierno, ni me deja mirarme, llorarme, rasparme a estropajo y pedir, aunque sea en un murmullo, perdón. El miedo no me deja llorar en las pelis, ni gritar en la nieve, ni parar 15 minutos en la estación que soy ahora. Mi miedo a mí, al que anda paseando solitario desde hace un año dentro de mí, no me deja abrir la boca, por si sale y se lía a balazos y me deja en calzones de un tiro en la hebilla.

Empiezo hoy una expedición a la ternura; a ver cómo acaba.

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