viernes, 29 de marzo de 2013

Pasión

Si tuviéramos un detector de pasiones, algo que distinguiese la pasión del calentón (porque yo por pasión entiendo algo que apasiona, que llena la vida), la pasión del padecer, que distinguiese la felicidad de la risa, vamos, la fe de la religión, el fondo de la cáscara, podríamos llevarnos sorpresas.

Deberíamos pasar todos por el arco detector de pasiones, los nazarenos que lloran con la lluvia, los funcionarios, los contrabandistas, los padres de familia, los concejales, y quedarnos en cueros en lo que a pasiones se refiere, desnudarnos a fuerza de pitiditos de lo que no es pasión, pasar una y otra vez por el arco y quitarse cada vez una prenda, una superstición, una tibieza, hasta quedarnos con lo que de verdad quema en nuestro corazón.

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