domingo, 26 de enero de 2014

Masaje

El Yayo Pacorro se afeitaba con brocha, crema y cuchilla, me acuerdo de su cara merengada, y se echaba masaje de afeitar a palmazos sordos, como el que prueba si está maduro un melón, como el que pega a un niño un azote para no hacerle daño. Yo le estrenaba de un beso la cara suavísima, recién hecha, y el olor se me pegaba a la nariz y todo el domingo me olía a masaje de afeitar.

Pues me sigue pasando: los domingos por la mañana me cruzo con señores que huelen a masaje, y cojo un poquito más de aire, y me lo quedo un rato dentro, y se ve que un olor llama a otro y lo que se remueve no es mierda, sino masaje de afeitar, y cuando no puedo más echo el aire en una sonrisa.

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