Había un picadero entre 2 sembrados en el camino a Iriépal, misma marca, hasta mismo número todos los fines de semana. Quiero pensar que esa pareja fogosa y campestre, enemiga de la luz naranja de la ciudad y amante del trino del gorrión, sigue adelante, se ha comprado un piso y los viernes los dedica al cine y al amor en cama firme, aunque sin el siempre motivador cantar de fondo de la naturaleza.
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