Parece que uno deja en este blog lo importante para nunca, que va tratando lo mundano, lo mediano, y tampoco se acuerda de lo pequeño, con lo crucial que es lo pequeño.
El shiatsu está resultando ser una cosa grande a fuerza de tener cosas pequeñas. Le dedico mucho tiempo, tengo puestas esperanzas en él (me hago el escéptico, o lo soy, porque no querría llegar a una conclusión falsa como un mal matemático; quiero llegar, como en la religión, como en la vida, a una solución que me sirva para vivir). Y él de momento sólo me da pequeños signos: un calambre allí, una zona del abdomen sospechosamente activa, una asiduidad de receptores, etcétera.
El shiatsu es una tarea mínima, un proceso lentito, lentito, que a los cagaprisas como yo que predicamos paciencia y amor por lo pequeño, nos sienta otra vez en nuestra silla, y nos pone otra vez a aprender.
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