Ayer cené mucho. He dormido mal, en parte por la cena (el jabalí gruñía de vez en cuando en mi boca) en parte porque dejé un correo a medias (la Maca me dijo piénsalo mejor; y menos mal, los árboles no habrían dejado ver el bosque, las voces habrían hecho sombra al mensaje). Esta noche me ha dolido el hombro (me ha vuelto a doler el hombro, mejor dicho, que ya casi no me dolía), esta noche he vuelto a boxear contra un tarugo mudo y bobo, mi padre, un sueño muy metafórico: le pegaba pero no le dolía; mis puñetazos olían a rabia (hoy me han diagnosticado mala leche en un shiatsu que he recibido) como en las peleas torpes a la salida de cole (los árboles no dejan ver el bosque), los puñetazos eran impacientes, impotentes, inútiles, rebotaban en su cara como en un balón; puñetazos como palabras, claro. Luego, por la mañana, leo el Evangelio: "la medida que uséis la usarán con vosotros", y yo la llevo al "quien a hierro mata, a hierro muere", claro, "aquí tienes de tu medicina".
Y hace poco, al final del día, en el correo, luz; la Bostru, siempre luz, me regala dos canciones, me recuerda dos certezas: que a veces sentir miedo es el gesto más valiente y que todas las noches rezo por vosotros, los que me queréis, porque es la medida recíproca a usar con vosotros.
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