Ayer salí a comprar y se me olvidó el paraguas. Llovía muy poquito, lo suficiente: fui un buen rato, no había nadie por la calle, con los ojos cerrados y la barbilla al cielo. A los que lo numeramos todo y lo apuntamos en la agenda y lo actualizamos en el Excel, de vez en cuando nos viene bien que nos caigan tantas gotitas en la cara que no podamos contarlas.
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