sábado, 14 de diciembre de 2013

Naranjito

Ayer yendo a la estación vemos a un señor con la puerta del coche abierta, con el cuerpo fuera y una mano en el volante, parece que está intentando moverlo. La familia está fuera del coche, en la acera, supongo que para que el hombre tenga menos peso que mover. Está aparcado cuesta arriba entre 2 coches, parece que le va a costar, así que me ofrezco a empujar.

"Pues que se ha quedado sin batería. ¿No tendréis unas pinzas?" Es gitano. Hay 5 niños, 6, no sé, muchos, y todos bajitos, pequeños, quiero decir, y la señora. Nos ponemos a empujar todos (señor en la puerta, una mano en el volante, la prole al completo, la señora y yo). ¡Se mueve! (no me explico cómo), chilliditos de alegría de las gitanillas. Echa el freno de mano, gira el volante a tope, hay que dejarlo caer para maniobrar. Siguiente empujón, ya sale del hueco, "bien, papa". El siguiente empujón ya es para coger la cuesta abajo e intentar que arranque solo. "Naranjito, métete ya al coche". Naranjito tiene chupete y ojos de sueño, dice que no con la cabeza, le entiendo, está empujando, como todos, desde el principio y no se quiere perder el final. Les dejo ahí, a un paso de la gloria de dejar caer el coche y que suene el borrom de la resurrección, yo no llego a oírlo, me pilla ya un poco lejos, además voy masticando muchas preguntas: ¿qué fuerza inhumana gastaría el hombre?, yo no hacía demasiada y el coche subía, ¿o estoy menospreciando la fuerzita de los niños?, ¿tienen los gitanos tantos hijos para estas ocasiones, para las mudanzas, para pintar la casa en un periquete, para sostener entre todos las penas grandes, para que las alegrías suenen con 10 risas distintas?, ¿por qué le llamarán Naranjito?

No hay comentarios:

Publicar un comentario