Una ciruela con el corazón roto, con el hueso partido, es algo inexplicable y también irreparable. Hoy me he cenado algo imposible, la ciruela prima de la aceituna del chiste que se cae y se rompe un hueso, la ciruela que escondía en su madurez un corazón repartido, abierto al público. Qué honor comerse una ciruela mártir, una ciruela que un día se entregó y ya no pudo dar un paso atrás, ya no hubo escayola ni reposo que la soldase, sino que querer la dividió para siempre.
(Siempre lleva razón José Hierro, y aquél que ha sentido en su mano temblar la alegría no podrá morir nunca)
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