sábado, 8 de septiembre de 2012

Latidos

Son los latidos y no los pálpitos los que cambian la vida.

Era pumpumpumpum, no tatam, tatam, tatam. Era un latir con ganas de vivir, era el mismo latir que el de nosotros dos, nerviosos. He pensado si no estarían superponiéndose nuestros latidos sobre el de ellos, porque eran dos latidos, si nuestro latir no estaría entrando también en la sonda, si estaría confundiendo al aparato.

Si yo tuviera el oído de los linces, sabed que cada noche dormiría con mi cabeza en su tripa, encadenando ritmos, apretando sinfonías, descontando golpecito a golpecito el tiempo que os falta para nacer.

Si yo tuviera miedo de morirme volvería a esta tarde, a esa sala a oscuras, a esa paz, a esa confianza para decir son dos, a ese asombro de tecnología y naturaleza a la vez, de dos puntos de luz en mitad de la oscuridad.

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