martes, 23 de octubre de 2012

Arruga

Si te fijas se me ve. Debajo del ojo derecho. ¿De qué es? No sé. Igual de reírme, o de llorar, o de aguantarme las lágrimas, o de pensar, o de la edad, o de no usar gafas de sol en verano, o en invierno, o de los nervios, no sé. Es grande, claro, es un pliegue grande. Me ha dado miedo por si se me quedan los ojos de mi padre (los ojos de mi padre no me han gustado nunca mucho), por si estoy haciendo algo mal por dentro y se me nota por fuera, por si eso es la primera rajita de un terremoto, la punta de un iceberg de penas que no salen, de preocupaciones que se quedan a dormir debajo del ojo derecho.

De momento me he echado una cremita de no sé qué. Mañana seguiré con el tratamiento: volar en globo con gas de garbanzo, ducharme con tus axilas la risa y viceversa, y meterme en la cama y que tu calor a 20 centímetros me haga la permanente en los pelos del pecho, dejando un círculo, como de una pera, en la pechuga izquierda.

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