jueves, 4 de octubre de 2012

Llorones

Si no que se ahoguen, por lo menos que se atraganten con su llanto.

Sigo creyendo, cada vez más, qué cursi, qué antiguo, que la vida es del color del cristal con que se mira.

A mí la vida me ha sonreído, es verdad, por lo menos más que a mucha gente. No tiene mérito devolverle la sonrisa a la vida. Pero no hablo de mí, hablo de los que sonríen a la vida que les pone cara de ogro, de los que sacan flores del estiércol. Esos son los poetas, los felices, los valientes.

Y nosotros tengamos cuidado con que no nos salpique el llanto de los llorones, que contagia.

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