sábado, 16 de noviembre de 2013

Comer

Llevo dos domingos viendo cenar en el tren a dos hermanos (yo creo que son hermanos, tienen la misma tonsura y los mismos ojos, por no decir el mismo mirar). Deben de venir de jugar al frontón, tienen bolsas de deporte tremendas con palas de madera, tienen cara de recién duchados, tienen hambre de recién corridos. Da gusto ver comer al pequeño (yo creo que es el pequeño, es más delgado, parece más joven). El truco está en cómo mastica. Mastica mucho, como queriendo sacar todo el sabor, todas las vitaminas, todo a lo que come. Come chirimollas, manzanas, kiwis (es especialmente bonito ver cómo se come el kiwi, apura la piel con los dientes, se pasa la lengua entre las muelas al terminar). Dan ganas de cambiarse a su asiento,  no para cenar con ellos, sino para respirar esa hambre de guerrero tras la batalla, para escuchar en sus muelas esa constancia para buscar, entre pepitas de fruta, la felicidad.

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