Esta mañana me he despertado y tenía en el lagrimal izquierdo un pegotito negro; era un mosquito muerto, amortajado, embalsamado lentamente durante la noche en lágrimas.
En esto del llanto, los quistes, los mosquitos que le entran a uno en el alma sin saberlo, el cuerpo sabe lo que hay que hacer, aunque la cabeza se empeñe en lo contrario. Yo llevo meses con ganas de pegarle a un saco de boxeo. Quizá me espere el título de campeón del mundo en peso mosquito.
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