Los estilos se contagian, del dueño al perro, de la mujer al marido y viceversa, del jefe al empleado (casi nunca viceversa), del canal de la tele a los que lo ven, de los gremios a los del gremio, de líderes de amigos hacia el resto, de los padres a los hijos, etcétera, en fin.
Así que nuestro estilo, del que algunos estamos tan orgullosos, no es nuestro (yo copio el de Cela, qué le vamos a hacer).
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